No soy imprescindible.

Un despiste, un descuido, un error, una mala frenada y en 5 segundos mi vida estaba patas arriba. Y yo literalmente también. Después de un accidente de moto te pasan muchas cosas por la cabeza. Tirado en el suelo de un arcén mientras esperas inmóvil a que llegue la ambulancia, mientras el dolor te va pinchando, la cabeza va a mil por hora. Pensé en mi mujer, en mi perro, mis gatos, mi familia… lo que tengo claro es que lo que NO pensé ni una sola vez fue en mi trabajo, ni en mi empresa. Ojo, que es mía. Es mi proyecto.

Pero siendo francos, cuando estás tirado en el suelo con un dolor insufrible y con miedo de si lo que te ha pasado es grave, casi todo te da bastante igual. Quieres volver a andar, quieres no perder ninguna extremidad, quieres tener movilidad de nuevo. Quieres que deje de doler. Y quieres poder disfrutar de una comida al lado de la playa con el sonido del mar con tu pareja y tu familia. El sabor del café mientras lees un buen libro. Una buena conversación con amigos. Quieres poder disfrutar de los momentos donde tú eres simplemente tú.

La escala de valores y preocupaciones puede llegar a cambiar mucho en un momento. Y eso que hemos vivido una pandemia, y por suerte he sobrevivido a ella. Aún así, de vez en cuando la vida te da una hostia, en mi caso fue literalmente una carretera la que me dio la hostia, que te recuerda poner en orden tus cosas. Que toca pensar en tus prioridades.

Cuando ya estaba un poco más recuperado las tareas típicas de un empresario me volvieron a la cabeza. Toda mi interminable lista de tareas pendientes que tengo en Asana se van a quedar en pausa. Todas las llamadas a clientes, prospectos o proveedores que no puedo hacer. Ahí es donde he tenido la gran suerte de tener un equipo de profesionales que han sabido estar más que a la altura de la situación y una familia con la capacidad de apoyarme también en las tareas del día a día aunque ese no sea su trabajo, ni su empresa.

Y aquí es donde viene el título del post:

Yo no soy imprescindible.

No soy imprescindible nunca, y no lo soy ni en mi propia empresa. Por suerte. Si bien es cierto que actualmente hay cosas de mi Agencia que solamente sé hacer yo. Mañana podría hacerlas otra persona. Quizás sean los 20 años que llevamos ya en Mazzima como Agencia Creativa que hacen que los protocolos estén bastante marcados. Quizás que desde hace tiempo me encargué personalmente de plantear la Agencia de la forma más descentralizada y eficiente posible. Y aún tengo muchísimo que mejorar. La idea de que los empleados son gente adulta capaz de tomar sus propias decisiones y evitar así los cuellos de botella por culpa del exceso de micromanagement. La transparencia y las herramientas digitales nos ayudaron mucho durante la pandemia y me han ayudado mucho durante mi accidente. Todo el mundo sabe, o puede saber, lo que tiene pendiente cualquier otra persona de la empresa en todo momento. Y algo que tengo claro que a muchos empleados les cuesta, pero que me parece imprescindible, es que tienen una libertad y autoridad amplia para poder tomar decisiones propias de la empresa.

O quizás no, quizás sea que no somos tan importantes. Quizás es que ya estoy contento con seguir vivo. Quizás es que han cambiado mis prioridades un poco. Toca aprender a tener libertad, a disfrutar del tiempo libre y a disfrutar del tiempo en el trabajo. Y toca aprender a no ser imprescindible. Eso es bueno. Así podremos disfrutar del trayecto y la compañía por gusto y placer.