Por qué el mundo no necesita a Superman

Con este contundente título Lois Lane soltaba sus rabietas personales en un artículo de su periódico en la película Superman Returns de 2006. Y este título me ha venido a la cabeza cuando he estado repasando en mi mente los sucesos que estamos viviendo estos meses derivados de la Pandemia Mundial causada por el SARS-CoV-2.

Escribo parte de estas líneas escuchando los aplausos que se concentran a las ocho de la tarde en los balcones, que, más que aplausos, se están convirtiendo casi en una festividad vecinal extrema, acompañada de música en vivo, DJs de balcón con ganas de animar la fiesta y de los que podría cuestionarse bastante su gusto musical. Todo ello se presupone que se viene haciendo para felicitar a los héroes médicos, enfermeras y personal de seguridad que están luchando contra la pandemia a pesar de las condiciones laborales en las que trabajan.

Y es en este punto donde considero que caemos con demasiada frecuencia en el error de considerar Héroes a aquellos que están cumpliendo con sus obligaciones morales o contractuales. Descargamos en los Héroes el peso que deberíamos llevar cada uno de nosotros que en demasiadas ocasiones no asumimos nuestra responsabilidad individual y colectiva. Y entiendo que demasiadas veces hacemos eso porque se nos ha educado expresamente para ello.

Suelo quejarme mucho de los libros infantiles o juveniles donde un niño nace con unas “capacidades especiales” porque es “el elegido” por algo y debe asumir su papel como elegido que generalmente sirve para acabar con el mal y salvar el mundo. Poco más o menos. Este tipo de argumentario suele ser bastante habitual y si bien yo mismo, como gran aficionado a los cómics, creo que puede resultar muy entretenido, empieza con una premisa tremendamente problemática. “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” le decían a Peter Parker (Spider-Man) para que asumiera su lugar en el mundo, así como a Simba, el Rey León heredero de todo que debía ocupar su puesto y solucionar los problema de todos los demás. Y así podría enumerar una cantidad bastante amplia de libros, cómics y películas que se basan en premisas similares.

¿Y dónde está el problema? En nuestra responsabilidad.

Asumimos muy fácilmente la libertad individual, incluso alguno la pone por encima de la libertad colectiva. Pero nos cuesta tremendamente asumir la responsabilidad individual y colectiva. Dejamos en manos de héroes, a los que se les ha tratado mal durante años, a los que se les ha privado de presupuesto durante años y de los que nos quejamos cuando la manifestación legítima de sus derechos nos hace llegar tarde a tomarnos un Gin Tonic de AfterWork con nuestros colegas, la responsabilidad de un virus. Entiendo que muchas situaciones tremendamente catastróficas pueden llegar a superarnos a todos y la gente mejor entrenada es la que responde con mayor facilidad al caos. Pero esto no trata solamente del COVID19. Lo podemos ver con el que se queja de la falta de derechos laborales, pero en el bar tomándose una cerveza. Lo vemos con los que agachan la cabeza cuando vemos una pelea y preferimos no hacer nada, no pararnos, no ayudar: porque nosotros no somos héroes. No somos los elegidos. Lo mismo que nos sentimos bien al reciclar las toneladas de plásticos que compramos, pudiendo elegir otros productos con menos plástico. Sí, quizás sean algo más caros, quizás el comercio de proximidad sea eso, asumir nuestra responsabilidad y apoyar lo que creemos que debería ser justo. Y no justo para mí, sino justo para todos.

La responsabilidad individual y colectiva trata también de asumir la culpa de todo, en la parte que nos toca. Sé que yo no tengo la culpa de todo lo que me ha tocado vivir. He heredado el mundo en el que vivimos. Pero sí que tengo la responsabilidad de cambiarlo, aunque sea un poco. Yo no necesito héroes que me salven de todo con sus poderes, necesito que todos pongamos algo de nuestra parte, que asumamos nuestra responsabilidad. Porque un mundo mejor no puede depender de héroes, debe depender de todos y cada uno de los ciudadanos que aceptamos el modelo político y social que conduce nuestras vidas.

Así es como se empieza a ser un poco responsables del futuro que nos queda, porque sólo cuando somos capaces de asumir nuestra parte, somos capaces de cambiarlo.